05 febrero 2009

Carta a mí misma

Hoy en día, las telecomunicaciones y la informática nos permiten comunicarnos en tiempo real con personas que se encuentran en el lado opuesto del planeta. El ser humano ha llegado a la Luna, ha enviado robots a Marte y alcanza los 50.000 kilómetros por hora en el espacio.
La calidad de vida en España, Europa y América del Norte es mejor de lo que nunca se había soñado y, en tecnología punta, Japón y Estados Unidos están a la cabeza.
Dejando de lado temas importantísimos como el terrorismo, porque me extendería demasiado y me haría aburrida, formularé preguntas al aire, preguntas que se llevará el viento cuando yo deje de escribir y tú dejes de leer.
¿Cómo es posible que un ser con una capacidad cerebral aparentemente ilimitada pueda permitir que un niño nazca predestinado a morir por falta de una mísera gota de agua? ¿Cómo permitimos que millones de personas inocentes mueran sin haber podido disfrutar del sencillo placer de un plato de comida o de la simple satisfacción de leer un buen libro cuando dedicamos tantísimo dinero a armamento que, bien mirado, está destinado a matar aún antes de lo dicho a esas personas?
¿Por qué dejamos que un medio natural y un desarrollo tecnológico tan absolutamente maravillosos no puedan ser disfrutados por las personas que más lo cuidan (si bien no por proteger el medioambiente, sí porque no tienen acceso a nada contaminante)?
¿Cómo puede ser que un asesinato sea un asesinato a no ser que se trate de personas de dos bandos diferenciados que se matan entre sí? Y en un mundo con Derechos Humanos, ¿por qué la más importante potencia internacional, Estados Unidos, es la que más los incumple en esos alardes de grandeza con la pena de muerte y el apoyo a guerras ajenas?
¿Por qué la ONU tiene como privilegiadas a las naciones más poderosas (China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia) cuando se creó para impedir masacres similares a la Segunda Guerra Mundial?
Mantenemos a los países subdesarrollados en su miseria para poder seguir siendo ricos. ¿Cabe algo más ruín? ¿Es el hombre capaz de matar (o, lo que es lo mismo, dejar morir) por dinero? Los que han saboreado el poder, está claro que sí: los presidentes, los políticos, los que llevan una nación, no hacen nada por ayudar a estos países. Destinan una mínima cantidad de dinero, pero eso no sirve de nada. Como dijo Lao Tsé: “Si das pescado a un hombre hambriento, lo nutres una jornada. Si le enseñas a pescar, lo nutres toda la vida.”
Me pregunto si estos individuos (no me veo con ánimos para llamarlos personas) son capaces de ver en el rostro de una persona a la que le ha tocado nacer en el lugar menos propicio algo más que, probablemente, el detalle de que es de piel oscura. Me pregunto si podrán ver el sufrimiento, me pregunto si podrán leer en sus ojos que nacieron en el infierno. Si pudieran verlo como lo vemos tú y yo, intentarían evitar esa condena por todos los medios de que disponen (que son, prácticamente, todos los medios de que dispone el mundo).
Pero son individuos que carecen de todo resquicio de empatía. ¿O es que podría negar alguien con juicio que, si no fuera por esta carencia, si no fuera porque son incapaces de estar en la piel del otro, no lanzarían bombas sobre ciudades enteras que otros crearon de la nada con esfuerzo, de forma que pierden su esencia y que no se ve más que espanto y tristeza en medio de la destrucción?
Por otro lado… las profesiones mejor pagadas en occidente son las menos necesarias. Aunque con mejor pagadas no me refiero a “pagadas con más justicia”, si no a “pagadas con más dinero”.
Julia Roberts cobra unos 20 millones de dólares por película rodada, mientras que Cristiano Ronaldo recibe una oferta de decenas de millones de euros por jugar en cierto club de fútbol español y, mientras, millones de niños mueren de hambre, de frío, de sed, de gripe… Es crudo, ¿no?
He titulado este escrito así porque no lo presento para ganar. Hoy he tenido ganas de que el mundo (o un par de profesores de El Valle, cuya opinión respeto más que la de otros integrantes del mundo) conozca por una vez mis reflexiones.
Yo no sé contar cuentos, que tal vez era lo que se esperaba. No me gustan los cuentos sobre la paz. Me parece que es frivolizar con un tema demasiado peliagudo y complejo para hablar de él en forma tan simple. Creo que quien sólo puede decir “Deseo la paz”, no sabe realmente de qué está hablando.
¿Que por qué he hecho esta redacción en forma de preguntas? Porque no tengo las respuestas. Me gustaría no tener siquiera las preguntas, me gustaría vivir en un mundo diferente.
Desearía un mundo sin prejuicios, un mundo en el que todo fuera de todos y estuviera permitido soñar. Desearía un mundo en el que las diferencias fueran acogidas con sonrisas.
Desearía un mundo utópico.

MIREIA GONZÁLEZ BEDMAR (3ºESO B)

1 comentarios:

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho tu carta filosofica, me ha hecho ver una verdad hiriente que es la que maneja el mundo. Pero has de saber una cosa, el ser humano es egoista por naturaleza y por eso hay estas desigualdades en todo el mundo. Solo cambiaremos cuando no quede mas remedio. Los héroes somos los que intentamos cambiar esta verdad hiriente. ¡Luchemos por cambiarla!!!